Francisco Tomás y Valiente

14 de Febrero de 2006:  tres tiros a bocajarro siegan la vida de Francisco Tomás y Valiente, ex presidente del Tribunal Constitucional, mientras hablaba por teléfono desde su despacho en la  facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid. Al día siguiente, los profesores de la universidad y su alumnado, acompañados de miles de jóvenes universitarios llegados de todas las facultades de Madrid, se concentran ante la facultad con las palmas de las manos pintadas de blanco, para hacerlas contrastar con las ensangrentadas manos de los miembros de ETA.

Cinco días más tarde, los jóvenes distribuyeron pintura blanca entre el más de millón de manifestantes concentrados al grito de “ BASTA YA”  en la que fuera la mayor manifestación desde el intento golpista del 23F, solo superada por la manifestación que siguió a la muerte del concejal popular Miguel Ángel Blanco, la mayor en la historia de nuestra democracia.

Tras secuestrar al concejal,  ETA  había dado un ultimátum al gobierno español amenazando con matarle si no acercaba a los presos en 48 horas. Los terroristas sabían de su imposible cumplimiento en tan corto plazo, pero su objetivo era otro: socializar el dolor.  No lo consiguieron. La lenta crónica de su muerte espantó las conciencias de millones de ciudadanos abrumados por el aspecto cadavérico que ofrecía días atrás, el funcionario de prisiones Ortega Lara, liberado 590 días de cautiverio en un zulo. El dolor, la rabia, la desesperación y la impotencia movilizaron a más de seis millones de personas durante esas 48 horas para exigir la libertad de Miguel Ángel Blanco.Algo había cambiado. Las contramanifestaciones programadas por Herri Batasuna fueron un fracasso: apenas cincuenta personas en Vitoria y poco más de un centenar en San Sebastián y Bilbao; por primera vez los simpatizantes de  la formación tuvieron que ser protegidos por la policía y varias sedes de Herri Batasuna fueron asaltadas, pero nada impidió la ejecución.

Cincuenta minutos después de que cumpliera el plazo, ETA cumplió su amenaza: de rodillas, y con las manos atadas a la espalda, Miguel Ángel Blanco recibió dos tiros.  El primer disparo le hubiera permitido seguir vivo pero, mientras su compañera espera en el coche, Txapote  apoyó el cañón de la Beretta contra su nuca y remató a un joven desarmado e indefenso. Esa bala también hirió de muerte a ETA: en un giro inesperado por los terroristas, había perdido su apoyo social.

En el cartel de nuestro evento, hemos querido hacer un pequeño homenaje a los miles de jóvenes que plantaron cara a la violencia etarra con las palmas de las manos pintadas de blanco. Ellos nos indicaron el camino a seguir.

 

El evento:
https://www.ateneo-cu.es/evento/el-fin-de-eta-y-sus-consecuencias-txema-montero/